martes, 20 de mayo de 2014

En guardia

Tal vez sea predecible que, al entrar al Departamento de Emergencia Pediátrica de un hospital, lo primero que escuchemos sean llantos. Llantos fuertes, chillones, constantes; llantos que parecen formar parte de un paisaje sonoro habitual, pero que descolocan al visitante infrecuente. “Viniste en un día tranquilo”, dice al pasar una de las funcionarias; había descifrado completamente mi expresión de aturdimiento.

Nos encontramos en el corazón del Centro Hospitalario Pereira Rossell (CHPR), el hospital materno-infantil más grande de nuestro país y centro pediátrico de referencia a nivel nacional –todos los casos que no se pueden resolver ya sean en Montevideo o en el interior son transferidos a este sanatorio- e incluso internacional, pues es considerado uno de los mejores centros médicos de salud pública de América Latina. Además del Hospital Pediátrico, las otras grandes secciones son el Hospital de la Mujer y el Servicio de Maternidad-Recién Nacidos.
La sección pediátrica es colorida, los motivos infantiles son la base del decorado y una televisión transmite continuamente dibujos animados. Más allá de los llantos, el ambiente es tranquilo, todos parecen estar a la espera de algo: de resultados, de respuestas, de soluciones, de que calme el dolor.

Ya pasaron varios minutos de las 21 horas de este lunes. Llegó una ambulancia con un niño que se accidentó andando en bicicleta y presenta traumatismos en la cabeza. “Hay que hacerle una tomografía”. El niño de la bicicleta no para de llorar. El tomógrafo está roto, por lo que hay que esperar a que venga una ambulancia para trasladarlo y así asegurarse que no haya lesiones internas. Los médicos van directo a su historia clínica. La peculiaridad es que, a partir del año 2012, las historias clínicas del Centro Hospitalario Pereira Rossell están computarizadas. Según el caso, se actualizan e imprimen en el momento.  Todo el sistema  está muy organizado y todos se manejan con tranquilidad.

La atención médica nunca es insuficiente, porque en el hospital se conjugan los médicos especializados con los residentes –ya recibidos, que practican su especialización por tres años- y los estudiantes internos –que están en el último año de la carrera y son practicantes-. Una de las médicas de guardia, residente de pediatría, insiste en que el único problema al que se enfrentan, sobre todo en invierno, es a la carencia de camas. El número de pacientes en época invernal es ampliamente superior a la cantidad de camas, lo que genera largas horas de espera por parte de los pacientes. Por lo demás, todo parece estar bajo control.

Área de contención
Así se llama el área en que son atendidos los niños que necesitan atención psicológica o que presentan signos de maltrato físico o abusos de cualquier índole. Según el testimonio de una médica residente de pediatría que prefirió conservar el anonimato, los casos de niños maltratados –o que presentan signos sospechosos de haber sido maltratados- son diarios y numerosos. Ante un caso así, los médicos se comunican con el Equipo de Maltrato del CHPR, que está integrado por asistentes sociales, psicólogos y médicos legistas, que intentan entablar una instancia de diálogo con la familia afectada para que todos tomen conciencia del problema. Si el equipo confirma la situación de maltrato y la familia plantea una postura de rotunda negación, puede incluso hacer la denuncia ante la Justicia. Mientras, lo “único” que pueden hacer los médicos es “mantener al niño internado para alejarlo del maltratador”.

La única opción
Cuando el matrimonio de Alejo Rossell y Rius y Dolores Pereira de Rossel donó el terreno para construir el actual CHPR a fines del año 1900, el objetivo principal era construir un Hospital de Niños Pobres. Y aunque pocos años después se sustituyó "de Niños Pobres" por "Pereira Rossell", desde el inicio de sus servicios hasta hoy, "el hospital atiende familias con medios socioeconómicos deficitarios", según expresa una de las residentes de Pediatría.

Esto se debe a que es el único hospital infantil público del país y, para aquellas familias que no tienen recursos económicos como para afiliarse a sociedades médicas privadas, el Pereira Rossell es la única opción médica que tienen. Según palabras de la médica residente, una de las tareas como médicos en este centro es "meterse en la realidad social de cada familia, ver qué tienen y qué no, porque no sabés si, por ejemplo, tienen algún termómetro en sus casas". También hace énfasis en las madres y en cómo algunas son "realmente luchadoras", que vienen caminando desde lejos con sus hijos enfermos en brazos para que sean atendidos".

Es lunes de madrugada. Abandoné la Emergencia Pediátrica y estoy sentada en la sala de espera. En el silencio, se respira ansiedad, se percibe la espera y preocupación en los rostros cansados de los familiares, que aguardan las horas que sean necesarias para volver a ver a sus hijos sonreír. 

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