Estoy hace días pensando en la responsabilidad
que tienen los comunicadores y los medios de comunicación en la elección del
gobierno. Podría sonar a reflexión cliché, de no ser porque últimamente estoy
percibiendo que ésta responsabilidad no está siendo tenida en cuenta ni por los
medios, ni por los ciudadanos. Vivimos en una sociedad cómoda, donde el confort
cibernético y tecnológico nos achanchó: preferimos pedir la comida "por
delivery" que cocinarla o ir a comprarla, preferimos comprarnos aparatos
de gimnasia que ir a caminar, nuestros niños prefieren quedarse en sus casas
jugando al Playstation que salir a jugar a la pelota. En general, queremos que
todo nos sea dado en la comodidad de nuestro sillón, y la relación con la
política no es muy diferente. Y en esta nueva lógica entre ciudadanos y políticos, el mediador forzoso es el medio de comunicación. No tenemos otra
chance que valernos de éstos para entender cómo son los candidatos, cuáles son
sus propuestas, sus aspiraciones, y hasta para percibir sus niveles de
credibilidad. No basta con ir a un acto político, entrar a sus sitios web o
leer el folleto propagandístico que nos dejan en el umbral de la puerta.
En un país donde el debate público entre quienes
quieren gobernar el país parece existir sólo en las redes sociales y en forma
de “tweets”, el periodismo político es una gran herramienta para informar,
explicar y orientar a los ciudadanos, particularmente en períodos electorales.
En este sentido, el francés Dominique Wolton - investigador especializado en
los medios de comunicación, el espacio público y la comunicación política,
entre otras cuestiones- sostiene en “La comunicación política: construcción de un
modelo” (1992) que la “comunicación política” es todo lo que se vincula “con la
producción y el intercambio de discursos políticos que exponen los distintos
actores y que los medios reflejan”. A la vez, afirma que es un “proceso
indispensable” para el “espacio político” porque permite la “confrontación de
los discursos característicos de la política”, que son “la ideología y la
acción para los políticos, la información para los periodistas, la comunicación
para la opinión pública”. Wolton aclara que, para los periodistas, la
legitimidad está vinculada con la información que brindan, que es un “valor
deformable” y que permite que se “relaten los acontecimientos y se ejerza
cierto derecho de crítica”.
Está claro que la noción de “comunicación política” tal como la describía Wolton es, en la actualidad e indiscutiblemente, uno de los bastiones de la democracia. Los políticos son elegidos por una masa de ciudadanos porque creen que su propuesta los hará vivir mejor. A su vez, esta propuesta llega a los ciudadanos mediante los discursos políticos que son difundidos por los medios masivos de comunicación. Esto significa que ciudadanía, medios y actores políticos se retroalimentan: todos necesitan de cada uno para cumplir su objetivo. Pero más importante aún: significa que el mediador entre el futuro gobierno de nuestro país (o ciudad, o municipio) y nosotros mismos, los que lo elegimos, son los medios de comunicación, con sus propios criterios, lógicas y reglas. Esto implica un compromiso y una responsabilidad ineludibles, tanto de los comunicadores como de los dueños de los medios, con la sociedad. Esto es algo que nunca deberíamos olvidar.