Jemma dice que todos los 24 de abril parece que el clima “estuviera de duelo”. El aire se pone denso, el cielo gris y, generalmente, llueve. Ella nació hace 23 años en Ereván, la capital de un país que está respirando un ambiente particular este mes. Las calles de la ciudad se poblaron de extranjeros, de música folclórica tradicional y de tulipanes. Se arreglaron las calles, se restauraron las veredas, empezaron a funcionar los bebederos y se encendieron las fuentes. Los espacios públicos se adornaron con carteles tricolores -rojo, azul, naranja- con el número “1915” y con las palabras “recuerdo”, “justicia”. Los autos, los comercios y las personas sacaron a relucir las calcomanías, las banderas, los pins y los letreros con la flor Myosotis sylvatica, también conocida como nomeolvides, elegida como símbolo del centenario del genocidio armenio.
Armenia se vistió de memoria.
Lo que recuerdo
Albert Navasardyan entró por la puerta del comedor sostenido por dos bastones de madera y caminó lento hasta llegar al sillón tapizado de terciopelo marrón, al lado de una mesa ratona que en cinco minutos se cubrió de platos con avellanas, damascos secos, katah -torta tradicional armenia rellena de azúcar y manteca-, galletitas de chocolate, fruta fresca cortada en trozos y compota de granada. Tiene 88 años y, aunque ve bien sin usar lentes, tiene una sordera leve. Su padre, su tío y su abuela fueron los únicos de su familia que lograron escapar de la muerte en 1915, cuando el imperio turco-otomano comenzó su plan de exterminio contra el pueblo armenio. En total eran 12.
A veces, los relatos quedaron incompletos porque los sobrevivientes eran muy chicos. Es el caso de la historia familiar de Styopa Fahradyan, que tiene algunos vacíos. Se trata de la travesía de dos hermanas, Mairanush y Haikush, que con tres y cuatro años, respectivamente, terminaron en el patio de Echmiadzin, la iglesia más antigua del mundo. Pero jamás recordaron cómo. Llegaron en 1915 y allí permanecieron junto a centenares de huérfanos hasta que un familiar de Ereván supo de ellas, las fue a buscar y las crió. Mairanush era su madre y, según relató Styopa a la diaria, nunca contó lo que vivió. “Un poco porque no quería volver a ese pasado y otro porque en esa época teníamos prohibido hablarlo, por órdenes de los rusos”, explicó. Con 77 años, aún conserva unos pocos cabellos blancos, un bigote canoso prolijamente cortado y cejas tupidas de un color gris mezclado. Todavía tiene la fuerza suficiente como para golpear la mesa cada vez que dice “turcos” y que los vasos de vidrio tambaleen.
La postura de Helena es un caso aislado.
En Armenia, la población parece optimista. La mayoría cree que “algún día” Turquía va a reconocer que quiso eliminar a los armenios de la faz de la Tierra. Sin embargo, no creen que sea en un futuro cercano. “Mantenemos la esperanza de que se reconozca”, dijo Styopa antes de prender un cigarrillo, y siguió: “El primer paso es que Estados Unidos lo reconozca”. De hecho, el peso fundamental del reconocimiento por parte del país presidido por Barack Obama es algo en lo que todos coinciden. “Creo que sólo puede suceder si Estados Unidos lo reconoce, no hay muchas alternativas”, dijo a la diaria Sarkis Mahroukian, un armenio californiano de 35 años que decidió instalarse en Armenia hace un año. También en este sentido opinó Araxia Andonian, una armenio-libanesa de 23 años que vive en Armenia hace diez meses: “Turquía no va a reconocer el genocidio ahora, eso mostraría debilidad de su parte y no creo que quieran estar en esa situación, pero a esta altura todo depende de Estados Unidos”.
Para Sevan Kabakian, otro armenio-libanés de 52 años, sólo Armenia puede ayudar a Turquía a dar vuelta la página. “Creo que el pueblo armenio tiene que mantener la presión pero, al mismo tiempo, mostrarles que somos compañeros ayudándolos a superar los obstáculos, porque mostrando rencor sólo generamos más hostilidad. La cuestión del genocidio armenio es ahora lo suficientemente internacional como para poder pasar a la etapa de decir ‘tenemos que trabajar juntos’”, señaló Sevan, que vive en Armenia desde 2006.
De la memoria a los hechos
La agenda de actos conmemorativos en Armenia empieza hoy de mañana con la apertura del Foro Internacional “Contra el crimen de genocidio” en el Centro de Convenciones de la capital, donde participarán alrededor de 500 personas, entre políticos, periodistas, líderes comunitarios y autoridades religiosas. El foro termina en la mañana del jueves. Ese día se desarrollará durante la tarde la ceremonia de canonización de los mártires del genocidio armenio en la iglesia de Echmiadzin -sede del líder de la iglesia apostólica armenia- y en la noche tendrá lugar el concierto de la banda estadounidense System of a Down, que actuará gratis en la Plaza de la República de Ereván.
En Uruguay habrá una marcha mañana desde la Intendencia de Montevideo hasta la Plaza Independencia, donde se realizará además un concierto con artistas locales. El 24 de abril, en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo se hará el acto central, en el que además de conmemorar el centenario del genocidio armenio se celebrarán los 50 años de la ley que convirtió a Uruguay en el primer país del mundo en reconocerlo.
Crónica publicada en La Diaria el 21 de abril de 2015